24 jul 2014

Inocentes y culpables

Por Jaime Castro Ramírez


Uno de los baluartes a tener en cuenta en las sociedades para que haya reglas claras de entendimiento, armonía e interacción entre los individuos es que haya justicia, es decir, que se aplique con equilibrio social el sentido y valor de las normas jurídicas, considerado como un valor común de la sociedad. La normatividad jurídica es materia que le corresponde a los jueces desarrollarla en su aplicación, pero sobre todo les corresponde aplicarla en forma ‘imparcial’ en la solución de conflictos sociales. Donde no hay justicia, o habiéndola se aplica en forma sesgada, esto equivale a la instancia de malograr la rectitud de la organización social.

El filósofo estadounidense de la época contemporánea, John Rawls, autor de ‘Teoría de la justicia’, y en cuyo estudio hablaba justamente del sentido de la justicia, y de la defensa de los principios de libertad e igualdad, expresó lo siguiente: “La justicia es la primera virtud de las instituciones sociales, así como la verdad es a los sistemas del pensamiento”. Esta parece ser una máxima superior que identifica la filosófica de la misión de la justicia en su acción de bien común de la sociedad, en cuyo sentido le corresponde actuar para la aplicación equitativa de la ley.

La justicia que condena a inocentes y le concede impunidad a culpables
Si la justicia no actúa con igualdad e imparcialidad en la aplicación de las normas jurídicas en sus veredictos ante la solución de conflictos que afectan a miembros de la sociedad, simplemente se convierte en un remedo de justicia, y peor aún cuando esto ocurre como consecuencia de la actuación politizada de la justicia, que para infortunio es lo que se ha notado últimamente en algunas instancias de la justicia Colombiana.

La justicia que condena a inocentes es una justicia abyecta que atenta contra la dignidad humana. En Colombia existen condenas a inocentes, y en algunos casos se aprecia la persecución política como móvil de acusación para someter a juicio y condenar a quienes pretenden causarles daño para cobrarles diferencias ideológicas. Pero paradójicamente también se observan actuaciones muy discutibles de jueces que absuelven, o les dan casa por cárcel a verdaderos criminales, quienes como es de esperarse, luego continúan cometiendo fechorías.

Andrés Felipe Arias, un inocente condenado
La Corte Suprema de Justicia admite en el juicio que le adelantó al exministro de agricultura Arias que él no cometió peculado por apropiación, es decir, que no robó dinero de Agro Ingreso Seguro, pero lo acusaron de que para el manejo de este programa firmó un contrato de asistencia técnica sin licitación, con el IICA, que es una entidad perteneciente a la OEA, pero aquí no tuvieron en cuenta que otros ministros de agricultura también habían contratado sin licitación con esa misma entidad. ¿Dónde queda entonces el principio de igualdad o de imparcialidad de la justicia?

En realidad lo que se logró con ese programa de Agro Ingreso Seguro fue un apoyo importante a gran cantidad de pequeños, medianos, y también a algunos grandes agricultores, pues tan es así que gracias al AIS el incremento de la producción agrícola en el país fue del orden de cinco millones de toneladas. Acusaron también a Arias de irregularidades que cometieron unos individuos en la costa atlántica que subdividieron unos terrenos para solicitar varios subsidios, pero aunque la ley identifica la responsabilidad penal como individual, sin embargo, tales individuos no fueron condenados a pagar cárcel, pero sí condenaron al exministro a la ignominiosa pena de 17 años y medio de prisión.

Todo parece indicar que quien sea importante y que tenga alguna afinidad política, se parezca, o se identifique con el uribismo, por tal identidad mereciera ser perseguido políticamente. Fuera de Andrés Felipe Arias, están también los casos de Luis Alfredo Ramos, Luis Carlos Restrepo, María del Pilar Hurtado, Bernardo Moreno, etc.

Es esta la forma como la justicia politizada arruina el futuro de una persona joven muy valiosa para el país como Andrés Felipe Arias, un verdadero talento, una inteligencia superior que se pierde por la actuación sesgada de la justicia.

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