23 abr 2015

García Márquez y las guerrillas

Por @ruiz_senior

Por casualidad me encontré un escrito de García Márquez (divulgado en Facebook por el director de la revista El Malpensante) que responde a una publicación de El Tiempo en la que se le reprocha salir más o menos huyendo de Colombia hacia México. Eso ocurría en 1981, al final del gobierno de Turbay, cuando la guerrilla aún era insignificante y, si bien era hegemónica en la universidad pública, hay que pensar que entonces había muchos menos estudiantes que ahora. El sucesor de Turbay, Belisario Betancur, amigo de García Márquez, comenzó el largo camino de la paz que tantos resultados maravillosos ha traído.


De modo que el novelista mantuvo una larguísima relación con Fidel Castro y su régimen, que incluía varios viajes anuales a La Habana, donde disfrutaba de una mansión, y un claro papel en la revista Alternativa, que era el órgano oficioso del M-19 (aunque tenía redactores y publicaba textos relacionados con las demás bandas terroristas que dependen del régimen cubano). Y además esa relación llegaba al punto de que en una entrevista el primer director de la revista insinuaba que el escritor era el verdadero representante de Castro ante la redacción:
La tercera Alternativa guerrillera opera tras una transición de pleitos internos, retirada de la mitad de los socios, entre el n.º 90 y el 110, y que se prolonga luego hasta la liquidación de la revista. Consolidada bajo la dirección de Enrique Santos tiene la estrecha asesoría de Jaime Bateman y el montonero, «el gordo» Paco. Es una Alternativa de combate que rechaza la elaboración de análisis, teorías y reformas propias de ”los intelectuales”- Rechaza también el quehacer político para consagrar la insurgencia y la rebelión armada. Inmersa en la estrategia cubana de la Tricontinental y la formación de los mil vietnams antiimperialistas.

Marcha al unísono con las tácticas de combate empeñadas por los Tupamaros, los Montoneros, los Movimientos de Izquierda Revolucionaria y por supuesto del ELN. Jaime Bateman está en plena acción, en 1977-1978, crítico de las farc y constructor de la Anapo radical y del M19. Después del robo de la espada del Libertador y antes de la toma de la embajada Dominicana, padece la urgencia de dotar a su movimiento, el M19 y luego Firmes, de una publicación de envergadura nacional, con su ideología inmarcesible del “sancocho a la colombiana”: acciones intrépidas y consignas de raca mandaca.

Lo intenta una primera vez con la “Alternativa del pueblo”, pero al parecer no logra asumir la dirección, sino la militancia de algunos. En la segunda arremetida gana Bateman con la venia de García Márquez… y de Fidel supongo –porque ambos prefieren a un chico más travieso y mágico que a todos sus Aurelianos Buendías peleados en mil guerras, pero ya a la espera de la pensión de retiro: Manuel Marulanda, Jacobo Arenas, Fabio Vásquez Castaño…
Ciertamente, García Márquez no niega en absoluto su amistad con Bateman ni su adhesión al castrismo. Con ocasión de la muerte del líder del M-19, publicó en Semana un reportaje que es todo un panegírico. Todo se le perdona porque, como él mismo dice, nadie le ha dado tanto prestigio al país. Ese prestigio interesa más a los colombianos de clases acomodadas que la vida de cientos de miles de personas, como José Raquel Mercado, con cuyo asesinato tenía por fuerza que ver García Márquez como promotor de la banda de Santos Calderón y Bateman.

No tienen por qué sorprender estas declaraciones de alias Popeye, el jefe de sicarios de Pablo Escobar:
El último contacto que yo conocí entre Fidel Castro y El Patrón, fue con ocasión de haber sido enviado por él a los EE. UU., para comprar un misil Stinger tierra-aire. Dado que mi vuelo hacía escala en la ciudad de México, Pablo, conociendo la amistad de Castro y el escritor Gabriel García Márquez, así como su importante papel de mediador de causas, le solicita hacerle llegar una comunicación a Fidel, que me entrega en un voluminoso sobre sellado. 
Llegué al Aeropuerto Benito Juárez de la ciudad de México y el escritor me estaba esperando, rodeado de gente, en la puerta de la sala. Me saludó amablemente y le dije: 
-Maestro, aquí le envía Pablo para que por favor le entregue esta carta al comandante Fidel Castro. 
Simplemente me la recibe y me dice: 
- Así se hará.
Sólo es que para el caso se olvida cómodamente la implicación del régimen cubano en el tráfico de cocaína, copiosamente documentada desde hace mucho tiempo. Y del M-19, banda cuyo cordón umbilical con los tiranos de la isla era García Márquez.

Más elocuente aún es lo que dice el extinto jefe de las FARC alias Alfonso Cano en un correo electrónico que se encontró en el PC de alias Raúl Reyes:
... Los demócratas de USA, en Colombia, que antes estaban en Venezuela, dicen tener una clara postura hacia una negociación política con las Farc. García Márquez está a cargo de esa intermediación con las Farc por cuenta de USA y estos quieren que Panamá sea el país a través del cual se hable con las Farc. Para ello, García Márquez ya le transmitió esa solicitud a Torrijos y este aceptó. Clinton le dijo a García Márquez, en Cartagena "quiero tener una tarea personal. Quiero ayudar a Colombia. Hay que buscar un acuerdo con las Farc". El senador McGovern le dijo a García Márquez que: Bush quiere hacer de Colombia lo que era Alemania occidental frente a la Europa socialista y hay que impedirlo. Dice además que el analista político especialista en Colombia de los demócratas es Adam Isackson. Alfonso Cano.
Teniendo en cuenta estos testimonios, ¿qué sentido tienen las críticas de Jursich a lo que publicaba El Tiempo en 1981? A su indignación subyace la idea de que los asesinos tienen derecho a matar si cuentan con el reconocimiento de algunas personas importantes o con prestigio intelectual. Toda una declaración de principios, algo que compromete a todas las clases altas colombianas, ¿o alguien recuerda a algún columnista, a algún político o a alguna eminencia académica que creyera que García Márquez debería ser procesado por su relación con esas bandas de asesinos?

Vale la pena detenerse en los hechos que motivaron su fuga-refugio en 1981. Al menos en el texto de un tal "Ayatollah" que motivó el escrito que enlazó Jursich y que apareció en El País de Madrid. Según este artículo sobre García Márquez, "Ayatollah" es Rafael Santos Calderón, cosa que tiene su gracia porque entre las personas que fueron a despedir al embajador cubano (responsable de la alianza entre el M-19 y el Cartel de Medellín, según se explica en el texto de Mauricio Rubio enlazado arriba) se contaba su tía, Clemencia de Santos, madre del actual presidente. Parece que siempre juegan a todas las cartas.

Lo anterior, al igual que el escrito de "Ayatollah" se puede leer en el texto enlazado.

Resumiendo, García Márquez corrió a pedir asilo en la embajada de México porque le anunciaron que podría interrogarlo el ejército por su relación con el M-19, el régimen cubano y el desembarco de más de cien hombres armados que habían pasado por Panamá (donde reinaba Omar Torrijos, su amigo íntimo). Teniendo en cuenta lo expuesto, surgen varias preguntas que el lector debería plantearse:

¿Es verosímil pensar que García Márquez tendría alguna relación con el desembarco de los guerrilleros y que estos fueran efectivamente armados y entrenados en Cuba? (Recuérdese el caso del buque Karina.)

¿Es razonable que al respecto las autoridades quisieran interrogarlo o no?

¿Se pueden perdonar los colombianos que en vida del escritor nunca se planteara un proceso penal contra él por todo lo que hizo en relación con las guerrillas?

¿No es como un sobreentendido en el preámbulo de Jursich que enlacé al principio, que a GGM no se le podría preguntar sobre su relación con la lista monstruosa de crímenes del M-19 y las demás bandas ligadas al régimen cubano?

La Constitución de 1991 estableció que el asesinato para hacer la revolución es legal, de modo que los "juristas" que la interpretan y aplican parten de ese criterio y la gente corriente a menudo no lo entiende. El deber de ser cómplices de García Márquez es algo aún más grave: el asesinato de personas inocentes para implantar la tiranía no sólo es legal sino también honroso, y no según los embelecos de unos tinterillos sino según la opinión de los colombianos. ¡Sobre todo de los intelectuales!

Es difícil describir un "país" más asqueroso.

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