10 jul 2015

La paz va maravillosamente

Por @ruiz_senior

Hace unos quince años empecé a escribir comentarios en los foros de internet y cuando aparecieron los blogs creé éste, en el que he publicado varios cientos de entradas. Si releo cualquier post de hace diez años descubro que decía exactamente lo mismo de ahora, cosa que no me sorprende ni me angustia especialmente. Lo que no hago es leer la prensa colombiana porque las nociones e intenciones de sus autores son tan diáfanas que es como si un bacteriólogo siguiera escarbando en una muestra de excremento cuya composición ya ha determinado. 

Por eso no leí la entrevista a Humberto de la Calle que publicaron varios medios el fin de semana, previendo que aprovecharía mejor el tiempo comentándola. Sin haberla leído anticipo que no hay ninguna novedad, nada que añadir a lo que escribía yo hace diez años: esta vez se trata de un esfuerzo de propaganda del régimen para recuperar imagen y crear el clima favorable al cese bilateral del fuego que anunciarán en cuanto les convenga.

La bravuconería del personaje es la continuación de la orgía de crímenes de los últimos meses: se persuade a la gente para que apoye la paz, que para eso matan, para infundir miedo, y después se le otorga el alivio, ¡que le resulta debiendo a Santos y a su representante en La Habana! Pero eso está en la esencia de la negociación, cuya base es el miedo. El gobierno de Santos se dedica a explotar ese miedo con toda clase de réditos, incluso con un Nobel de la Paz, que en 2009 casi le dan a Piedad Córdoba.

Por desgracia no hay oposición. Este tuit de Alfredo Rangel me dejó pensando en la inconsciencia con que los colombianos desconfían de los diálogos sin dejar de guardar un resquicio de esperanza:
Normalmente y respecto de cualquier tema, todo el mundo cree entenderlo todo perfectamente y saber cómo lo concibe. ¿Qué entiende el lector de ese tuit? ¿No ve que "diálogos" le parece a Rangel una buena cosa? La inmensa mayoría de los colombianos razonan así, quieren que haya paz, o sea, seguridad, o sea, que no los maten, para lo cual están dispuestos a reconocer a los criminales. Les parece que el aserto "no es cierto que treguas faciliten diálogos" es una desaprobación de lo que ocurre en La Habana pero sólo es una "crítica constructiva". Lo esencial, los diálogos, cuya base es el reconocimiento a los asesinos, no se cuestiona en absoluto.

De modo que la orgía de crímenes que preparan el cese bilateral (el miedo no se proclama, pero es lo que hace que el mecanismo funcione) resulta muy eficaz, y eso porque los colombianos no se oponen a que se reconozca a los asesinos y se los premie por los crímenes anteriores. Si no se cediera en eso, "diálogos" se vería como algo monstruoso, como "componendas con los asesinos para repartirse el botín ultrajando a los asesinados", pero para los colombianos el crimen es decir la verdad, sólo hay que ver el despliegue de insultos y bloqueos de los uribistas en Twitter cuando uno señala que Uribe y sus congresistas y senadores apoyan los diálogos (como se ve en el tuit de Rangel).

En una serie de posts de 2011 expliqué que la negociación o los diálogos por fuerza convierten a quien los lleva a cabo en cómplice de los criminales y al Estado en apéndice de la banda criminal. Como un policía que acuerda con los delincuentes el incumplimiento de su deber sólo es otro delincuente. Eso porque el Estado existe por la ley, sin ella es sólo una banda de forajidos. La lógica que hace que los negociadores de La Habana no acuerden con los terroristas cómo cesan sus crímenes sino como persuaden a la sociedad de que acepte algo monstruoso no depende de que sean o no amigos de Uribe, sino de la naturaleza misma de los diálogos: si previamente tuvieran que cesar los crímenes no habría diálogos sino rendición, y para eso siempre han tenido la puerta abierta los terroristas, aun con impunidad.

Pero, en fin, esto dice Humberto de la Calle:
'Es posible que un día las Farc no nos encuentren en la mesa'
Jefe negociador del Gobierno afirma que es la hora de un acuerdo o de dar fin a la negociación.

Por: JUAN GOSSAÍN
A ver si se entiende: tras cinco años de gobierno de Santos las FARC han recuperado sus negocios y su poder de un modo increíble, han multiplicado la extorsión y la exportación de cocaína, además de la minería ilegal. Tienen más recursos y reclutan a más gente. Todo va viento en popa. Dado que en La Habana concuerdan en que un cese al fuego bilateral (es decir, la posibilidad de los terroristas de desplazarse tranquilamente por todo el país, de entrenarse y comprar armas y explotar sus negocios ilegales), podría contar con la desaprobación de las mayorías y llevar al desprestigio del gobierno, se acuerda matar a unos cuantos cientos de policías y militares y hacer toda clase de daños, como la tragedia de los vertidos en el Putumayo, de modo que el cese al fuego bilateral resulta un alivio, un logro del gobierno que deja ver su firmeza y su capacidad de imponerles a los terroristas que descansen de matar por un tiempo a cambio de librarse de molestas intromisiones de los agentes de la ley. El tono bravucón del titular, pura propaganda, a tal punto que lo publicaron varios medios, corresponde a ese fin: ¡ahora las FARC verán su error y se asustarán de Santos y su negociador y dejarán de matar! Bah, de hecho ya dejaron. Santos y De la Calle saben hacerse respetar.

¿Que el lector piensa que es otra cosa? Muy sencillo: que cancelen los diálogos. ¿Que no los cancelan? Entonces la bravuconería no es nada, y el resultado final, lo que al principio era inaceptable para la gente (el cese bilateral), resulta un éxito del gobierno. Hace falta mucha mala fe para negar que POR FUERZA, la orgía de asesinatos tuvo que ser acordada. ¿Se imaginan que el gobierno cancelara los diálogos? ¿Cómo quedarían las FARC con un gobierno hostil persiguiéndolas? Insisto, sin mala fe es imposible negar que hay una programación de los crímenes para que convenga al gobierno y a las FARC, que a fin de cuentas fueron determinantes en la elección de Santos en 2014.
Ha llegado la hora de hacerle un balance sincero a las negociaciones de paz entre el Gobierno y las Farc. Desde noviembre del 2012, cuando se iniciaron las conversaciones, el país ha ido pasando de la ilusión al desencanto y de la esperanza a la frustración. Se ha vuelto tan grande esa desconfianza que en este momento, según la última encuesta, hay un empate técnico entre los que respaldan una solución negociada del conflicto y los que prefieren una solución militar.
Está claro, los ilusos y cómplices menguan a causa de la demostración de fuerza de los terroristas, pero la corriente de miedo, que es para lo que matan, no por vicio, como creen muchos tontos, queda ahí y se convierte en esperanza en cuanto se muestran resultados. Gossaín no es menos criminal que los demás propagandistas, pero le corresponde un papel más moderado y tranquilo. Baste ver cómo presenta la opción entre "solución negociada del conflicto" y "solución militar". La ley sobra allí donde hay conflicto, el conflicto se arregla por las buenas o por las malas, o sea, como las personas civilizadas o como los guerreristas, que se lucran de la guerra, como es bien sabido. Los que delinquen tienen la misma legitimidad que los que defienden la ley. Los que matan a la gente valen igual que los que la protegen. Si quien dice eso no es un criminal, ¿qué es un criminal? La mayoría de los colombianos aceptan esa disyuntiva. La mayoría de los colombianos son canallas. Yo escribo para decir lo que en mi opinión es la verdad y no para halagar a nadie.
No nos engañemos: en los últimos años ha habido tantos diálogos fallidos y tantos sueños perdidos, que la gente se ha vuelto desconfiada. La han vuelto, mejor dicho. Es por eso que le propongo al jefe negociador, Humberto de la Calle, que nos sentemos a conversar francamente. Con crudeza, si fuese necesario.
De nuevo Gossaín exhibiendo su moralidad de colombiano: el sueño de encontrar seguridad y paz premiando a los asesinos es el sueño de los cómplices. ¿Cómo se le habrá ocurrido a alguien alguna vez aplicar las leyes y castigar los asesinatos? Incluso es riesgoso prestar a los hijos para la guerra, como hacen tantos padres y madres de policías y bomberos en todo el mundo. Más práctico es sentarse a negociar y hacer realidad ese sueño de compartir con los asesinos y dar ejemplo de piedad y amor.
El país está exigiendo que le cuenten la verdad. Yo sé que con De la Calle eso es posible porque lo conozco bien desde que trabajamos juntos en la radio. Es el mismo hombre que hace 20 años renunció sin titubeos a la Vicepresidencia de la República por razones de integridad y de honor.
Por el amor de Dios, ¿cómo no va a ser Humberto de la Calle quien diga la verdad si es el modelo del hombre de honor que todas las madres sueñan hacer de sus hijos? Como decía Swift, "haz de cuenta que te lo ha dicho el señor Gulliver". El país exige la verdad y para eso está el hombre de las verdades, el ínclito Humberto de la Calle que no por casualidad es amigo de César Gaviria y de Enrique Santos Calderón y aun dirigió la persecución contra el coronel Plazas Vega en 2007. La desfachatez de este Gossaín es peor que la de cualquier jefe terrorista, pero es académico y los colombianos no tienen el menor interés en la verdad. O sea, sí, exigen la verdad, la que les cuenta Humberto de la Calle.
De la Calle contesta que sí, a pesar de su carácter refractario a las entrevistas, pero me pone una condición: que yo le ceda nuestra charla a todos los periódicos que quieran publicarla, grandes o pequeños, y que se comprometan a hacerlo de manera simultánea, el mismo día, juntos, sin excluir a nadie.
No se le ocurra al lector pensar que se trata de un encargo de Santos, cuando el garante de la verdad nos cuenta que es una iniciativa suya, apremiado por el país que exige saber la verdad, ni que la publicación en varios medios forma parte de una estrategia de propaganda. ¡Es una exigencia de Humberto de la Calle, preocupado de que se excluya a alguien!

¿Cómo puede la gente leer eso sin vomitar? Todos los días está leyendo mentiras y maquinaciones repugnantes, con lo que no concibe que alguien diga la verdad. Según Ludwig Feuerbach, "el hombre es lo que come". El cerebro del colombiano que se informa con esta prensa es excremento.
No tuve que pensarlo mucho: acepté, también de buena gana, porque me parece que es un pequeño ejemplo de desprendimiento, de solidaridad y unión, que los periodistas podemos ofrecerle al país en estos momentos tan cruciales. Al fin y al cabo, ninguna primicia es más importante que la paz de Colombia.
¡No tuvo que pensarlo mucho! Sólo un poquito: ¿lo publica o no lo publica en varios medios al mismo tiempo? Bah, algún sacrificio hay que hacer, ¡un pequeño ejemplo de desprendimiento! Sólo hay que pensar en los muchos millones que le habrán pagado a este asqueroso por prestar su nombre para esa campaña para ver lo desprendido que es. Pero, ¿dónde está el gesto de desprendimiento de publicar en varios medios a la vez? Allí donde está la capacidad de los colombianos de respetarse a sí mismos.
‘Esto se está acabando’

Llevamos casi tres años en estas negociaciones. ¿Cuánto más van a durar?
Poco –responde sin vacilar–. No soy capaz de darle un plazo porque esa es la pregunta del millón de dólares, pero sí me parece claro que el proceso está llegando a su fin, por bien o por mal. Sea porque logremos un acuerdo, ya que estamos trabajando en la recta final de los temas de fondo. O por mal, si, como está ocurriendo, la paciencia de los colombianos se agota. El riesgo es real. Yo sí quiero decirles a las Farc con toda seriedad: esto se puede acabar. Algún día es probable que no nos encuentren en la mesa de La Habana. Realmente lo que está ocurriendo es insoportable para los colombianos.
Así el prócer se hace intérprete de la angustia popular y amenaza a las FARC. Si yo fuera un jefe de las FARC me preocuparía: a ver si no acceden al cese al fuego bilateral y el gobierno se enoja.
La cruda verdad es que los colombianos no creen en el proceso de paz. Las encuestas acaban de revelar que lo respalda menos de la mitad del país. ¿A qué atribuye usted ese sentimiento?
Es completamente lógico. Es producto de lo que ha ocurrido en los últimos días. A partir de la muerte de los soldados en el Cauca viene una oleada de destrucción de la infraestructura, con impactos terribles sobre la población civil. Una ciudad como Tumaco, de 160.000 habitantes, se queda 45 días sin acueducto. Todos los caños del suroccidente del país inundados de petróleo con un daño ecológico cuya recuperación tardará décadas. Los campesinos y pescadores del Pacífico no pueden trabajar. Lo que tenemos, en fin, es una oleada que afecta a los ciudadanos.
¡Una oleada que afecta a los ciudadanos! ¿A qué se refiere? A que los asesinatos de militares y policías le resultan indiferentes a la mayoría de la gente, que sólo se preocupa de lo que la afecta en su interés particular inmediato. Pero ¿alguien es capaz de figurarse que en tiempos de Uribe no podrían hacer eso? La desfachatez de ese hombre no conoce límites: las FARC hacen todo eso gracias a que la negociación las ha resucitado, pero él de repente resulta sorprendido y molesto. ¡Se enojó con las FARC! ¿Alguien se ha dado cuenta de que el gobierno no ha hecho más que legitimarlas y perseguir de mil maneras a todos los que las desaprueban y prometerles impunidad a través del funcionario encargado de perseguir el delito? ¿Y de la suspensión de los bombardeos? ¿Y del glifosato? ¿Y de la selección de víctimas, encabezada por Piedad Córdoba? ¿Y de los textos de los puntos acordados, pura legitimación de los asesinos? De repente, el proveedor de verdades resulta sorprendido en su buena fe. ¿Recuerdan que arriba señalé que no leo la prensa colombiana? ¿Cómo puede alguien tolerar que lo traten de idiota de una forma tan descarada?

Gracias a la desprendida ocurrencia de Gossaín resulta habiendo dos bandos: el de los ciudadanos que anhelan la paz, representados por Humberto de la Calle, y el de los terroristas, que están arriesgando la paz. Insisto, la orgía de masacres es una condición del cese bilateral, tiene ese objetivo. Insisto, imagínese el lector el anuncio de cese bilateral sin las masacres previas, todo el mundo lo rechazaría. Ahora gracias a la "firmeza" de Santos y su negociador las FARC descansan un poco y se salva el proceso, incluso cesan los actos violentos de los terroristas (al que no paga la extorsión lo matan personas ajenas a las FARC) gracias al cese bilateral.
El peor momento

La pregunta más elemental que se hace la gente es esta: si las negociaciones van bien, ¿por qué las Farc no dan muestras de buena voluntad?


Las Farc están equivocadas contra toda lógica y evidencia. El problema de las Farc no es con el Ejército, ni con los derechistas, ni con los que ellos llaman ‘la oligarquía’. Es con la gente, porque es a la gente a la que están afectando. Es lógico que la gente haya caído al nivel más bajo del escepticismo. Por eso cunde la desesperanza. Y nosotros tenemos que tener la honestidad de decirles a los colombianos que el proceso de paz está en el peor momento desde que iniciamos las conversaciones.

¿Y usted espera que las Farc cambien de actitud?

Espero que sí, aunque haya voces internas de las Farc, como la de un señor Aldecoa, quien dice que seguirán los atentados. Eso realmente es una locura. El camino que han escogido las Farc es insostenible para ellos. Yo confío en que seamos capaces de recuperar la serenidad. Este no es momento de retórica sino de las decisiones de fondo. El caucho de las palabras ya no estira más. Nosotros seguimos buscando un acuerdo a través de la esperanza. Las Farc tienen que entender eso. ¿Usted cree que si esto fracasa va a haber otro gobierno que reemprenda conversaciones con ese grupo? A las Farc también se les agota su tiempo militar e histórico.
Luego, el resultado de las masacres es el disgusto del gobierno que no obstante, dado su carácter desprendido, no anula su buena voluntad de alcanzar la paz. Hay que dar pasos: ¿quién quiere apostar a que no se trata del cese bilateral? Dando ejemplo de generosidad, siguen buscando un acuerdo ¡a través de la esperanza!

No me lo he inventado: ¡a través de la esperanza! Pero ellos ¡son capaces de recuperar la serenidad! ¡Dios mío, qué ejemplo le dan a la ciudadanía! Y eso que, ay, ¡el caucho de las palabras ya no estira más! Serenamente, a través de la esperanza, el proveedor de verdades espera que las FARC cambien de actitud, ¡claro que lo consigue!, ahora ya está toda Colombia muerta de miedo, ya es hora de anunciar el gran avance del cese al fuego bilateral. No hay que menospreciar el valor de un hombre que va con la verdad, la esperanza y la serenidad.

Humberto de la Calle comenzó como militante de la Juco y siempre ha obedecido al Partido Comunista, claro que a su vez ese partido obedece a la nomenklatura cubana, sobre todo después de la caída de la URSS, y el máximo representante de la nomenklatura cubana en Colombia es Enrique Santos Calderón, no por casualidad amigo íntimo de Humberto de la Calle. Es el mismo caso de Carlos Gaviria, de Eduardo Montealegre y de muchísimos otros personajes. Seguro que también el de Sergio Jaramillo. Al respecto copio de un texto imprescindible, tal vez el mejor que he leído en años sobre la política hispanoamericana actual:
En realidad a partir de la Tercera Internacional los comunistas dividieron su partido en 2 grandes grupos. Por un lado estaba el grupo que daba la cara al público como comunistas, ellos eran los que fundaban partidos y llevaban carnets, eran los que votaban, los que se postulaban para cargos públicos, los que agitaban a la población a través de periódicos, de la radio, de la televisión, y de panfletos comunistas. El segundo grupo estaba formado por extranjeros que estaban directamente vinculados a Moscú pero que se dedicaban a actividades como el espionaje y la subversión ideológica. Este grupo no debía aparecer en público o dedicarse al activismo. Fidel Castro era uno de estos agentes. Sus actividades como agente para la Unión Soviética comenzaron en 1943 cuando tenía 17 años. 
[...]

Nadie entiende de dónde salen los dictadores comunistas hasta que ya están instalados para siempre en sus sillas. No son líderes espontáneos. Los preparan para secuestrar países desde que son prácticamente niños y les dan apoyo tanto económico como estratégico. El peregrinaje comunista es una constante. Ni siquiera Chávez inventó su estrategia. Chávez era un acólito de Fidel entrenado y puesto allí por los que vinieron antes de él de la misma manera en que Fidel fue puesto allí por el Kremlin. 
Es eso, estos militantes no proclaman abiertamente su pertenencia al partido sino que hacen carrera dentro de la sociedad como juristas o políticos de otros partidos. Si alguien evaluara en detalle toda la actuación de De la Calle saldría claro que siempre ha trabajado para el PCC. Se podría asegurar que representaba al partido en el gobierno de Gaviria.

Un caso típico de militante secreto es el escritor Héctor Abad Faciolince, que representa la persecución más descarada y perversa del uribismo y de cualquier oposición a las FARC desde una supuesta moderación y empleando recursos fabulosos para hacer relaciones públicas y ser reconocido por intelectuales importantes.
El sistema de justicia

¿Por qué está estancado el tema de la justicia que se aplicaría a las Farc?


Porque ahora no es lo mismo que en las negociaciones que se hacían antes. Ahora existen el Tribunal de Roma y la Corte Interamericana, la legislación interna también ha cambiado, hay fallos de nuestra Corte Constitucional según los cuales no se pueden suspender la totalidad de las penas. Pero, además, el país exige justicia sin amnistías generales. Eso no lo vamos a hacer. Y están las víctimas, que merecen justicia. Por eso es el territorio más difícil de la negociación. Las Farc tienen que asumir las responsabilidades de sus actos. El Estado también, naturalmente.
Todo el esfuerzo de la entrevista es buscar esa empatía forzada con la gente que está harta de las atrocidades terroristas. Pero por los poros se le sale al hombre la retórica terrorista: las FARC y el Estado resultan equivalentes. ¿Quién va a evaluar las responsabilidades? La comisión de la verdad, seguramente, como la Comisión Histórica.
Explíqueme, en términos elementales, qué es la justicia transicional que ustedes les plantearon a las Farc.

Lo que hemos dicho en la mesa es lo siguiente: a partir del Marco Jurídico para la Paz existe la posibilidad de seleccionar, en primer lugar, los hechos más graves, para que sirvan como patrón o referencia: una masacre, secuestros, violencia sexual. Una comisión independiente hace esa selección que le sería entregada a la Fiscalía para que escoja quiénes fueron los que cometieron esos delitos que tienen carácter internacional. Lo que se busca es limitar la acción penal a ese tipo de delitos y a sus máximos responsables. A ellos se les aplicaría la misma pena que dictan las leyes vigentes, pero que podría reducirse a una pena alternativa que se pague en condiciones de dignidad, sin rejas ni piyamas rayadas. Pero hay que asumir las consecuencias judiciales de los actos, reparar a las víctimas y dar garantías de no repetición. Eso es lo que hemos llamado justicia transicional, que ya las Farc, en un paso que les reconozco, han dicho que están dispuestas a aceptar.
¿Cuál será esa comisión independiente? Obvio, la formarán Alfredo Molano, Javier Giraldo y algún otro pensador ligado al régimen. Y conste que las FARC han dado ese paso, hay que reconocérselo, de decir que están dispuestas a aceptar que los demás colombianos reparen a sus militantes (las víctimas las seleccionan ellos).
Propuesta de Uribe

Sobre ese tema, el expresidente Uribe ha planteado unas “zonas rurales de concentración” para recluir guerrilleros condenados, sin que entreguen sus armas. ¿Usted considera viable esa propuesta?


Me parece sumamente constructiva. Y creo que el expresidente Uribe tiene razón. Se puede discutir si es oportuna, pero la idea que uno tiene para acabar el conflicto es que sí es necesario y realista promover esas zonas de concentración, que pueden ser para gente temporalmente armada que se someta a un proceso de dejación de armas, que es una condición esencial para que haya acuerdo y se reincorporen a la vida civil.
La propuesta de Uribe ya es ambigua y deshonesta, la idea de que las FARC se concentren sin entregar las armas mientras se negocia es un "cuento chino" para apoyar la negociación y a la vez criticarla, de modo que el uribismo resulta representando a los esperanzados con la paz y a los descontentos, todo con base en la falsa creencia de que las FARC podrían aceptar eso: en la práctica sería una rendición. El resultado es que la gente cree que se está negociando otra cosa que la entrega del país a los terroristas y sólo hay que mejorar la negociación.

Pero Gossaín y De la Calle la interpretan de otro modo: se trata de entregarles tierras para asegurarse de que conserven las armas. ¿Cómo puede ser compatible la idea de "gente temporalmente armada que se somete a un proceso de dejación de armas"? Si no entrega las armas está armada, aunque haya practicado la "dejación". Sólo es palabrería engañosa: puede que el proyecto de la nomenklatura cubana sea asegurar vastas áreas para la producción de cocaína y la explotación de minerales sin control legal, cosa que acompañaría el cese al fuego bilateral.
¿El Gobierno puede garantizarles a las Farc que no serán extraditados si un juez de Estados Unidos los pide, por ejemplo, por narcotráfico?

En Colombia quien finalmente decide sobre extradiciones es el jefe del Estado. Tenemos que crear un marco, derivado de un acuerdo de paz, que les demuestre a los demás países que se trata de un acuerdo serio y respetable, legítimo, para que respeten lo acordado y no entren en controversia con el país. Que, por el contrario, haya un apoyo internacional a una paz duradera en Colombia, y que eso haga innecesarias las extradiciones. Eso es posible porque, aunque parezca una paradoja, el proceso ha encontrado más apoyo afuera que aquí adentro. También es verdad que aquí es donde sufrimos las consecuencias.
No, todo eso se basa en la idea de que las FARC se desmovilizan, cosa que siempre han dicho que no van a hacer. Claro que el gobierno se hará garante de la impunidad de los terroristas, pero ¿les hace falta salir de Cuba? Desde la isla administran sus fortunas de miles de millones de dólares y dirigen los negocios en Colombia. Lo que les preocupa es un cambio de gobierno en Washington, pero en definitiva cualquier gobierno tendrá que aceptar lo que los colombianos aprueben.
Cese bilateral del fuego

¿Ese tema de la justicia y las penas es lo que tiene bloqueado el proceso?

Solo en buena parte. También hay una presión de las Farc para buscar un cese bilateral del fuego. Esa es su prioridad. Nosotros hemos dicho: cese del fuego bilateral y definitivo, pero no solo del fuego sino también de las hostilidades, la extorsión, el narcotráfico. Eso sí, en condiciones de seriedad y de verificación. Mi respuesta a las Farc es: si lo que están buscando con estos atentados es un cese del fuego mal hecho –como en el juego infantil llamado ‘estatua’, en que el otro tiene que quedarse quieto–, no lo vamos a hacer. No habrá cese del fuego estatua. Entre otras cosas porque aquí hay otras fuentes de violencia, distintas a las Farc, y no podemos decirle a la Fuerza Pública que se esté quieta. Si quieren un cese del fuego, el Gobierno está dispuesto a anticiparlo, para lo cual son fundamentales las zonas de concentración. Ese es el camino.
Bueno, la negociación lleva oficialmente tres años y naturalmente durará muchos años más: son muchas toneladas de cocaína y decenas de miles de millones de dólares lo que se produce en condiciones ventajosas gracias al gobierno venezolano y a la colaboración del gobierno colombiano, que por algo suspendió el uso del glifosato y los bombardeos a los campamentos terroristas. Puede que el cese bilateral del fuego se retrase unos meses, pero ¿qué pierden? De impedir que las fuerzas militares y policiales hagan algo contra los terroristas ya se encarga el gobierno, que poco a poco van llevando a la cúpula militar a los infiltrados de las FARC y cooptando generales, que disfrutan encantados de las mieles de la vida en Cuba. Sin esa labor, sin que se dediquen los vehículos militares a llevar a los terroristas a Cuba y probablemente a ayudar a transportar la cocaína a Venezuela, sería muy fácil acabar con las FARC. Sencillamente, el forcejeo por el cese al fuego bilateral sirve para que la promesa de la paz lleve a la presidencia a Petro en 2018, como ocurrirá casi con toda certeza, dado que no hay el menor atisbo de oposición que no sea el sueño de llevar a Uribe a la presidencia de nuevo (como vicepresidente, según he leído por ahí).
¿Pero el Gobierno está dispuesto a aceptar un cese bilateral del fuego antes de firmar el acuerdo de paz?
Esa pregunta nos lleva a un punto crítico y esencial. Al principio la posición del Gobierno era que el cese del fuego solo ocurriría con el acuerdo. En ese punto hemos cambiado. Estamos dispuestos a aceptar un cese del fuego, aun antes de la firma de un acuerdo, en la medida en que sea serio, bilateral, definitivo y verificable, siempre y cuando tengamos la garantía de que ellos asumen su responsabilidad en materia judicial y nacional e internacional. Que no conviertan esto en una especie de payasada. Las experiencias del pasado, en esa materia, son pésimas.
¿Se entiende? Pronto habrá cese al fuego bilateral. Puede que acepten encarcelar a algún idiota que haya incomodado a los jefes terroristas. ¿Alguien se imagina al Secretariado en la prisión?
¿No es una exageración que el presidente Santos haya ido a Europa a decir, textualmente, que “en Colombia el posconflicto prácticamente ya empezó”? ¿Posconflicto con esto que está pasando?

Eso quiere decir varias cosas. Primero, que hay zonas de verdadera paz en Colombia. Segundo, y aunque haya gente que no lo cree, todas las cifras de seguridad han mejorado en Colombia. La reducción del homicidio este año es histórica: 443 muertes menos que el año pasado. O sea que estamos en una tasa de 26 por cada 100.000 habitantes, lo cual no es una maravilla, ni este es el paraíso, pero el descenso es dramático. Hay 470 municipios donde no se han presentado homicidios este año. En este momento tenemos la tasa de secuestros más baja de los últimos 14 años, ya que de 3.706 secuestros hemos llegado a 88. No es que yo diga que tenemos que aplaudir, pero la situación es muy distinta. A eso se refería el Presidente.
El secuestro se redujo, muy poco, desde 2009, gracias a que los terroristas tienen garantías para extorsionar impunemente, así como para sus demás negocios. Colombia está en el posconflicto desde 1991, gracias a De la Calle, entre otros, precisamente. Cuanto más se premie el crimen más prolifera, no me explico qué clase de daño cognitivo lleva a los colombianos a esperar otra cosa. Cuando las FARC sean abiertamente el gobierno (ya lo son, pero sólo de forma encubierta, ¿o qué creen que son personajes como Gómez Méndez o Luis Eduardo Garzón) se dedicarán a favorecer la paz con el ELN, que habrá crecido gracias a los militantes de las FARC, tal como ocurrió con el M-19 después de 1991. Tras multiplicar el control del Estado, las clientelas les asegurarán más votos, luego más negocios ilícitos y más violencia. Ya son 25 años de esa experiencia, de no ser por la condición moral de los colombianos, siempre dispuestos a aliarse con el que triunfa, no se atreverían a hablar de posconflicto.
Hablemos de la Comisión de la Verdad. El procurador Ordóñez ha dicho que fue hecha “a la medida de las Farc” y que, en consecuencia, no será una comisión que trabaje con la verdad de las víctimas sino de los victimarios.
Si queremos dar el paso a una paz duradera, la verdad es un ingrediente necesario, como la justicia y la reparación. Es con todas las realidades, las macabras acciones de las Farc, pero también las de otros agentes, incluso del Estado, hay que reconocerlo. En el mundo de hoy no es posible hacer una paz sin la verdad. Porque el centro de esto, y el ancla, son las víctimas. En 1991 intentamos hacerlo sin que aparecieran las víctimas, y ahora estamos pagando ese error. La gente humilde me agarra del brazo, angustiada, y me dice: “Doctor, ¿qué pasó con mi hijo o con mi padre?”. Y me dicen que, más que reparaciones económicas, lo que quieren es saber la verdad.
La comisión de la verdad tiene que ver con la verdad tanto como las respuestas de Humberto de la Calle. Será otro órgano de legitimación del terrorismo como la Comisión Histórica. La desfachatez de este asesino no tiene límites: cree que algo tiene que ver con la verdad porque se llama así.
El Papa y la verdad

¿Y cómo se escogerían esos comisionados?

Primero se crea un grupo de seleccionadores, de los cuales seis serán convenidos por las partes (eso es lo que irrita a algunos). Y luego tres seleccionadores más, escogidos por instituciones o personas de reputación internacional, como el Papa o las Naciones Unidas. Estamos hablando de gente de ese tamaño. Entre todos ellos, escogerán a nueve comisionados integérrimos, independientes y honestos que juzguen todas las verdades. Lo que no funciona, precisamente, es que haya verdad oficial. A eso nos oponemos. Comprendo que, mientras en el exterior aplauden ese proyecto, aquí haya personas que creen que eso es una trampa y que no va a funcionar.
Candidato seguro a formar parte de esa comisión, Alfredo Pérez Esquivel. También Rigoberta Menchu, puede que Desmond Tutu. Los seleccionadores los nombran los terroristas. ¿Alguien duda de que el gobierno y los terroristas son lo mismo? ¿En qué bando estaría Piedad Córdoba, en el de las FARC a las que aconsejaba no liberar a Íngrid Betancur o en el del secretario general de Unasur, su jefe político? La comisión de la verdad, ya lo he dicho, será otro órgano que legitime los asesinatos y equipare al que defiende la ley con el que la viola.
A propósito de víctimas y reparaciones: se han entablado hasta ahora más de 22.000 demandas por despojo de tierras. ¿Usted cree que sí habrá una auténtica restitución?
Creo que sí. Ya se habla de 22.000 hectáreas que están a punto de ser recuperadas en los Llanos Orientales. Parece una paradoja, pero hablando con el director del Incoder me decía que a veces lo que impide la reparación es el propio conflicto. Hay zonas donde no pueden entrar ni los jueces ni nadie. Si hay un final del conflicto, lo primero que se acelera es la estabilización del campo. Tenemos que restablecer las zonas rurales. El jovencito que mata a alguien en la ciudad, para robarse un celular, puede ser el hijo de un desplazado. Por eso el eslabón de la cadena de violencia comienza allá pero termina afectando a todos los colombianos.
Las demandas las presentan los terroristas y son otro recurso para apropiarse de tierras: ¿alguien desconoce las ONG que prestan asesoría jurídica, como la que llevó los falsos testigos que permitieron la condena del general Uscátegui? ¿Alguien desconoce que "la izquierda", es decir, los terroristas urbanos, dominan el poder judicial?
El Estado ganó la guerra estratégica

Militarmente hablando, ¿en qué situación están las Farc?


El predominio militar del Estado es indiscutible. En estas encuestas recientes veo que el respaldo a la opción militar vuelve a subir. Eso debería preocupar a las Farc porque no había ocurrido así en los últimos 15 años. Pero eso es desconocer que la guerra estratégica ya terminó y que el Estado la ganó. Lo que queda es una resaca táctica que puede durar mucho tiempo y ser muy dolorosa. Ponerle una bomba al oleoducto es muy simple. Eso afecta a los civiles, pero no tiene ningún efecto militar.
¿Qué es "el Estado"? Los terroristas nunca han tenido ni la más remota posibilidad de derrotar al ejército, pero gracias al control del poder político y judicial han cooptado a la cúpula militar y matan sin problema soldados para generar miedo entre la tropa y entre los ciudadanos, sin la menor duda, de común acuerdo con el gobierno, que a toda costa intenta favorecer su actividad.
Y, entonces, ¿por qué las Farc siguen en esas?

Porque, a pesar de esa realidad, las Farc llegan a la mesa casi con la obligación de decir “no hemos sido derrotados”. Las Farc están luchando ahora con su propia identidad como grupo, con su futuro, con la historia, “cómo nos van a ver dentro de cien años”. Perdieron la guerra, pero insisten en su condición de rebeldes porque dicen que no pueden echar por la borda 50 años de lucha.
Todo lo que ha hecho el gobierno de Santos desde 2010 es preparar el terreno para la toma del poder por el narcoimperio cubano o Foro de Sao Paulo. Desde 2014, aplica punto por punto el programa de las FARC, expresado en este video. Estaban derrotadas en 2010, hoy son absolutamente triunfantes y es muy poco probable que se pueda reconstruir la fuerza pública para hacerles frente: ¿cuántos generales sirven hoy por hoy a las FARC? Sin la menor duda, la mayoría de los que forman la cúpula.
Las Farc como partido

¿Cómo serían las Farc sin armas?


Ahí sí, desarmados, que sigan dándole manivela a su ideología. A nosotros no nos asusta eso. Que entren, con garantías, a hacer política en medio del respeto de los colombianos y de ellos hacia los colombianos.
Después del halago al público vienen las promesas: se volverán un amable partido que le dan manivela a su ideología y respeta a los colombianos. Yo creo que Colombia se merece todo lo que viene, una tiranía monstruosa con un genocidio aún mayor, una sociedad que renuncia a castigar el asesinato está formada por canallas del mismo nivel moral de los asesinos y su muerte es un resultado lógico de esa actitud.
¿Unas curules para las Farc en el Congreso, sin necesidad de que participen en elecciones?

Yo sé que los ciudadanos piensan eso. Yo tengo que ser totalmente honesto y decirles, así me lluevan tomates, que en una primera etapa, netamente transitoria, el Estado y el país tienen que abrir la mente a la participación de las Farc como partido político desarmado. Tienen que abrirse dignamente las puertas políticas para las Farc. Más allá de si hay curules o no, porque eso habrá que discutirlo, creo que los colombianos tenemos que prepararnos para obrar con generosidad en ese momento. Las Farc han sido el elemento más conservador de la vida política colombiana. Cincuenta años de violencia disolvieron prácticamente el movimiento sindical y el estudiantil.
¿Cuántos congresistas pertenecen al Partido Comunista o sirven a las FARC? En forma de relación orgánica, sin la menor duda, más de un tercio. Pero ¿ el PSUN y el liberalismo no sirven a las FARC? ¿Es que se puede distinguir el gobierno de Santos de las FARC? Eso sí, necesitan reforzar la legitimación de los asesinos y así les darán, ADEMÁS, otras curules como premio del atraco de la paz.
Epílogo

Todavía faltan muchos temas, pero el tiempo es limitado. El espacio de los periódicos también. A la hora de despedirnos siento la tentación de plantearle algunos temas humanos relacionados con su propia vida. ¿Por qué se metió en este berenjenal de dirigir la mesa de negociaciones?

Me dice que, cuando el presidente Santos se lo propuso “ni siquiera lo pensé, que es lo que siempre dice la gente: déjeme pensarlo. Esas obligaciones no se piensan. Le dije que sí, y la que quedó perpleja fue mi familia, cuando les conté”.

Le pido que me diga de dónde piensan sacar plata para financiar el posconflicto, si el dólar está a 2.600 pesos y el barril de petróleo apenas a 60 dólares. Entonces me contesta con una ironía profunda, los famosos sarcasmos de De la Calle: “Por eso es que las Farc tenían que haber firmado el acuerdo de paz hace dos o tres años, cuando el petróleo estaba a 110 dólares”.

¿Tiene ambiciones políticas para el futuro? ¿Cuál será ese futuro? Hace un gesto de desencanto. “Quedé curado de política hace 20 años, cuando pasó lo que pasó y renuncié a la Vicepresidencia. Solo tengo una ambición para el futuro: vivir mis últimos años en paz. Literalmente hablando”.
Hombre, ¿por qué no preguntarle por lo que cobra oficialmente cada mes como negociador de paz? El desprendimiento de este hombre es tan grande que sólo obra por amor, como Petro y como Stalin. A saber cuánto tiempo habrá estado preparando la farsa con su jefe Enrique Santos.

Pobres uribistas, lamentan que los diálogos estén en su peor crisis cuando están precisamente en su mejor momento, con la población asustada y el próximo anuncio de cese bilateral, lo dice literalmente el entrevistado, que los aliviará del miedo. Cada colombiano es autor de su destino, no se puede creer que se aplaude el premio del crimen y después resulta uno una víctima.

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