29 oct 2015

La Constituyente de Uribe


Por @ruiz_senior


Los medios colombianos

La propuesta de Uribe de convocar una Asamblea Constituyente elegida produjo titulares como este de la revista Semana: "Uribe, como las FARC, también propone una Constituyente". De nuevo está uno ante esa mala fe espantosa, esa miseria moral que define a los medios colombianos y que expresa la disposición normal de los ciudadanos del país, a la vez que la reproduce.

Esto lleva a volver a los temas habituales de este blog: la idea de que Colombia es abismalmente diferente de un país civilizado, de que esa mezcla de tosquedad y bajeza de todos los medios de comunicación, de todas las instancias del poder, de todas las expresiones intelectuales y artísticas, etc. sólo es primitivismo, barbarie, humanización deficiente. Realmente a nadie le importa que se publiquen mentiras semejantes. Con tal de encontrar algún halago o la confirmación de los propios prejuicios, todos están dispuestos a creer cualquier mentira, por descarada que sea. Como cualquier otra noción, la verdad no es "natural" (porque el mundo no fue creado) ni algo que pueda percibir quien no la busca ni la aprecia.


La Constituyente de las FARC

La propuesta de las FARC de encontrar confirmado su triunfo con una nueva Constitución es explicable de muchas maneras. Por ejemplo, planteando que unos criminales acostumbrados a cobrar secuestros saben que cuanto más pidan más dinero pueden obtener. Gracias a que exigen una Constituyente, todo lo que se les concede parece insuficiente y los que se someten sienten alivio pensando que podría ser peor.

Naturalmente, esa Constituyente no podría ser elegida sino acordada con el gobierno porque en caso de ser elegida correrían el riesgo de tener un texto menos complaciente con el crimen que el engendro del 91, aprobado por una asamblea elegida por menos del 20% de los ciudadanos porque la mayoría estaba persuadida de abstenerse gracias a los carros bomba que encargaban los cubanos y ponía el M-19 atribuyéndoselos cómodamente a Pablo Escobar.

Es como si los amigos de los nazis dijeran que Churchill era igual que Hitler porque ambos estaba a favor de armarse, una falacia repugnante y estúpida. Eso mismo es la comparación de la propuesta de Uribe con la de las FARC.

De paso, cabe anotar que el gobierno de Santos no se opone a la Constituyente que proponen los terroristas, porque el gobierno de Santos es lo mismo que los terroristas, obedece igualmente a la nomenklatura cubana y está en la misma labor de lavar los billones de la cocaína y el secuestro. Si no la promueve es porque necesita conservar alguna apariencia de democracia, no tanto ante los colombianos, que no se han resistido al golpe de Estado, cuanto ante el resto del mundo, donde la intensa y generosamente pagada propaganda pacifista tendría problemas de credibilidad.

Los motivos del lobo
Desde 2010 el juego de Uribe y quienes lo acompañan consiste en permanecer como "intérpretes de la angustia popular" de la gente que no entiende que los terroristas terminen saliéndose con la suya, pero sin cuestionar al régimen para no afrontar la persecución judicial y para no quedarse aislados por la exclusión de la nómina estatal de todos los que puedan simpatizar con ellos. El nombre de eso es ENGAÑO, pero por la misma situación de primitivismo que expliqué arriba es imposible que haya mucha gente dispuesta a entenderlo.

La propuesta de una Constituyente es otro paso de ese engaño. Muchos lo perciben como resistencia o rechazo a la negociación pero es lo contrario: reconocimiento. No se cuestiona que se negocien las leyes con los criminales ni que se haya dado un golpe de Estado para implantar algo que los votantes de 2010 no eligieron, ni que se hayan elaborado leyes para legitimar a los terroristas, como el llamado Marco Jurídico para la Paz. Por el contrario, lo que se hace es reivindicar ese texto.

De modo que frente a la propuesta de una "comisión legislativa especial" o una "ley habilitante" que permita a Santos entregar el poder a los terroristas, el uribismo pretende reivindicar su cuota de poder apoyándose en los votos, aunque por otra parte tampoco va a haber tal Constituyente y sólo queda como una muestra de resistencia que complace a los votantes descontentos.

Y es que si al uribismo le hubiera interesado alguna vez deshacer el régimen impuesto en el 91, durante varios años tuvo esa posibilidad de convocar una Constituyente y fundar de nuevo el poder judicial, que es sencillamente el medio de persecución más eficaz que tienen la oligarquía y los terroristas (ahí está Luis Alfredo Ramos preso preventivo varios años y Ernesto Samper a salvo de investigaciones sobre algo tan evidente como su papel en el asesinato de Gómez Hurtado), además de prohibir el asesinato como forma de acción política o reformar la "acción de tutela", que es lisa y llanamente la abolición del derecho en favor del arbitrio de la autoridad, cuya legitimidad procede de los carros bomba y demás crímenes del M-19.

Nada de eso interesa al uribismo, sólo salvar la cuota de poder y acomodarse al nuevo orden creado por Santos y las FARC. Se podría argüir que el rechazo firme y rotundo a la negociación dejaría en minoría a quien lo asumiera, habida cuenta de la inmadurez de la sociedad y del poder formidable de los medios de propaganda del narcorrégimen. Pero ese razonamiento también valdría para colaborar con el Holocausto en tiempos de Hitler: era peligroso no colaborar.

Sencillamente, la negociación debe ser rechazada de plano y deslegitimada, y se debe hacer ver a todo el mundo que no puede haber democracia cuando la gente va a elegir si se somete a unos asesinos o los combate. Para eso, una violación con un cuchillo en el cuello sería una relación sexual consentida. ¿No? Luego, sin la derrota total de los terroristas no puede haber democracia porque no hay voto libre. Nada que ver con la impunidad, que podría plantearse para criminales que desisten de sus propósitos, se disuelven, se desmovilizan, se desarman y piden perdón. La insistencia del uribismo en el tema de la impunidad es otro engaño, y con un efecto particularmente perverso: hace creer a la gente que la Colombia que saldrá de la paz de La Habana será como hasta ahora, que sólo hace falta castigar ciertos crímenes.

Y tampoco puede haber democracia mientras el poder judicial esté en manos de criminales que prevarican abiertamente y se dedican a perseguir a quienes incomoden al ascenso de los terroristas. El uribismo, que a fin de cuentas es parte del régimen del 91, no tiene ningún interés en cambiar eso, por mucho que sea objeto de persecución, sino de conservar una cuota de poder dentro de ese régimen.

¿Alguien cree que es imposible demostrar la iniquidad de las actuaciones judiciales en Colombia? Es imposible demostrarla ante unos jueces que anulan la destitución de Petro como si fuera diferente a otras, sin ninguna respuesta. Para cualquier persona sensata la relación de esos "jueces" y "fiscales" con el terrorismo y el tráfico de cocaína es sencillamente evidente.

Puede que la idea de abolir el engendro del 91 y procesar a Santos y su gobierno como una banda criminal ligada al terrorismo sea extremadamente minoritaria en Colombia. Pero si se atiende a la verdad, que es un concepto incomprensible para los colombianos, no se puede hablar de "derecho", "justicia", "democracia" o "ley" sin emprender esa tarea. El uribismo es sólo un estorbo, un defensor de la negociación de La Habana que intenta mejorarla tratando de conservar alguna cuota de poder en el régimen resultante.

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