29 ene 2016

Montesquieu ha muerto, Weber no

Por @ruiz_senior

División de poderes

La expresión "Montesquieu ha muerto" se atribuye al político socialista español Alfonso Guerra, que niega haberla pronunciado. Sea como fuere, es muy precisa para explicar lo que ha ocurrido en casi toda Iberoamérica con los regímenes totalitarios que se implantaron a partir del triunfo de Hugo Chávez en 1998. El aristócrata francés planteó la separación de las ramas del poder público y las tiranías actuales la anularon, el poder judicial es sólo un servicio del poder ejecutivo, que a su vez pertenece al partido hegemónico que obedece al dictador de turno y a la casa matriz de La Habana. No imparte justicia sino que ejerce persecuciones que ordena el tirano de turno, a la mejor manera de los regímenes soviético y nazi.

No hay día en que no aparezcan pruebas fehacientes de eso. La más atroz es la persecución sistemática de toda clase de oposición en Colombia y Venezuela, hoy mismo con el auto de enjuiciamiento de Luis Alfonso Hoyos con base en montajes que habrían avergonzado a Yézhov. Eso ha ocurrido con todos los políticos que podrían haber sido rivales para Santos, y ocurría desde mucho antes de que fuera candidato: no es raro que la revista Semana, dirigida por el sobrino del actual presidente, fuera la que iniciara la persecución contra el coronel Plazas Vega, que podría haber atraído a un electorado conservador en 2010. El extremo de perversidad de ese contubernio tiránico fue la condena a 17 años a Andrés Felipe Arias por un delito inexistente, aunque lo del hacker se le acerca.

Pero ocurre lo mismo en todo el narcoimperio: la casación del juicio contra Plazas Vega tardó más de un año en aprobarse gracias a una oportuna decisión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, conformada mayoritariamente por los organismos judiciales de los países afines al chavismo. Ese mismo organismo se atrevió a imponer a la prevaricadora Ángela María Buitrago como "experta" para investigar la masacre de Iguala en México: a todas luces para proteger la industria de la cocaína, cuyo centro rector viene a estar en La Habana.

Estado y sociedad
Algún diccionario define el Estado como la sociedad organizada, pero más bien se podría decir que es el agente organizador de la sociedad, y en su origen siempre obedece a un grupo minoritario que se impone por su superioridad militar. Según las circunstancias, el dominio de la clase que vive del Estado, con frecuencia formada por los descendientes del grupo creador, puede constituir una verdadera opresión para la mayoría, como es el caso de las sociedades hispanoamericanas tradicionales, marcadas por la esclavitud. No muy diferente es el imperio ruso, también formado a partir de un "núcleo irradiador" que fue expandiéndose y "aculturando" a infinidad de pueblos primitivos que habitaban bajo el dominio mongol. Los individuos de esos grupos sometidos serían los siervos, cuya condición apenas se abolió formalmente  en 1861.

En Europa occidental y en Norteamérica se dio el ascenso de grupos sociales ajenos al Estado, lo que define al liberalismo y la sociedad capitalista que generó. La democracia moderna, que aparte del nombre tiene poco que ver con la de la Antigüedad, se basa en el equilibrio entre nociones cristianas de igualdad y tradiciones germánicas de autonomía de los individuos, que genera a la vez la noción de que es necesario limitar el poder del Estado. El liberalismo fue al principio resistencia al absolutismo.

Pero en la periferia conquistada nunca se creó una clase como la burguesía y la fuente de cualquier poder era y es la relación con el poder político, al tiempo que la clase funcionarial no encuentra contrapeso en la sociedad (la mayoría de la cual no tiene derechos efectivos) ni ve necesidad ni sentido de someterse a una ley que está por encima de la autoridad físicamente eficiente. De ahí la incapacidad de asimilar la división de poderes del constitucionalismo liberal de que se hablaba en el apartado anterior.

Burguesía y burocracia
El fundamento del Manifiesto comunista de 1848 es la idea del predominio de la clase burguesa en la sociedad. Esa clase de propietarios industriales y comerciantes había desplazado a la antigua aristocracia, que era la clase de los funcionarios relacionados con la corona o con señoríos cuya principal misión era el control territorial. Para la época de Max Weber (1864-1920) se hacía evidente que a esa clase la reemplazaría la burocracia: los administradores que multiplicarían la eficiencia de las organizaciones productivas privadas y se harían más poderosos que sus propietarios, como de hecho ocurre, y la clase de los funcionarios, cuyo peso en la sociedad aumenta a medida que las funciones del Estado se ensanchan.

De modo que los negocios agrícolas, industriales o comerciales no son la principal fuente de ingresos de la gente acomodada, sobre todo en los países que exportan sólo materias primas, sino los salarios, los incentivos atípicos, los contratos y otras formas de lucro relacionadas con el Estado. De ahí que la ideología de esas clases tienda a la expansión del tamaño del Estado (gasto público) y a recursos demagógicos para justificarla. Esto hace que la teoría de la lucha de clases en que los "desposeídos", "obreros", "proletarios", etc. son obviamente partidarios del socialismo sea sólo un recurso de esa demagogia. El conjunto de contribuyentes provee recursos a los usufructuarios del Estado, entre los que destacan los de origen patricio.

Ciertos hechos recientes pueden ayudar a despejar esa aparente paradoja: la confluencia de la extrema izquierda anticapitalista con el partido tradicional de la casta dominante en Cataluña se entiende como un acuerdo "contra natura", pero no lo es si se piensa que esa casta se propone conservar el control del gobierno regional y con ese fin podría incluso aplicar el programa ruinoso de la CUP. A ningún socialista se le ocurre reducir los ingresos de los funcionarios, y la prosperidad inaudita de la familia Chávez, por poner un ejemplo, lo demuestra. Lo mismo ocurre con el partido Podemos, cuyo "núcleo irradiador" es una camarilla de jóvenes de familias ricas que descubrieron el filón de la fiebre bolivariana y se lanzaron a conquistar el cielo armados con sus frases leninistas. El hecho de que todas las universidades colombianas a que acuden los jóvenes de la clase alta impartan doctrina marxista forma parte de la misma corriente: el socialismo no es la redención de los humildes sino la continuidad de la dominación de los dueños de esclavos de los siglos anteriores.

El comunismo en Hispanoamérica siempre tuvo ese sentido, lo mismo en los que dirigieron la Revolución cubana que en todos los grupos que los emularon en todos los demás países. Las ambiciones de esos grupos no dieron resultado hasta el final de la Guerra Fría por la presión estadounidense, no por la resistencia de las burocracias, castas u oligarquías no comunistas.

La dominación de la burocracia es más rotunda en nuestros países, donde no existe verdadera industria ni menos verdadera invención y por eso los recursos están sobre todo en manos del Estado. Sobre esa cuestión de la falta de futuro de la región escribí hace poco un post. También tiene relación con lo anterior otro que escribí sobre la fatal sumisión de los políticos de todos los bandos.

Técnica del golpe de Estado
Ése era el título de un ensayo del italiano Curzio Malaparte publicado en 1931 en el que aludía a Hitler y Mussolini. Pero la verdadera técnica la desarrollaron antes en Rusia los bolcheviques. A partir de 1917 la "exportación de la revolución" comportó la formación de "cuadros" capaces de organizar conspiraciones en cualquier país y el uso de los recursos del país más extenso de la Tierra para la promoción de revueltas. A su vez, en el interior del país se pusieron en práctica todos los recursos de propaganda y terror que permitirían el control absoluto del territorio, la población y la economía. 

Esa tecnología, incluida la demagogia que encauza el resentimiento y la ambición de los jóvenes, sigue siendo la más eficaz para todos los dictadores y para todas las castas que quieran asegurar el control de las naciones. Y si se le suma la provisión de recursos desde la casa matriz cubana, termina haciéndose prácticamente invencible. El próximo gobierno español estará sometido a los Castro como la mayoría de los gobiernos sudamericanos, y los grupos sociales acomodados se integrarán en él por mucho que el PIB baje drásticamente: en definitiva el orden atávico incluye un clero que administra y persuade, que ahora lo formarán los periodistas, filólogos, psicólogos, sociólogos, politólogos y demás sabios que produce la universidad, porque a fin de cuentas Hispanoamérica es como es por la experiencia de su antepasada. Lo mismo ocurrirá en Colombia, por mucho que sueñen otra cosa los que siguen esperando elegir otra vez a Uribe.

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